Conociéndose entre Fieras (Directora de Carmel)

En casa mi esposa solo causaba peleas y mas peleas. Tres veces me había regañado en el día por no haber sacado a pasear a nuestro perro. Sucedía que ella no entendía lo atareado que es llegar del trabajo y tener que hacer los deberes de la casa, que en realidad, debía hacer ella.

"Contrata a un pasea perro para que saque a Lulú de la casa y la lleve al parque si tanto te molesta pasearla tu" Me decía todas las noches antes de irnos a dormir. No pensaba mal gastar mi dinero en eso, jamas. Así que una ves a la semana la llevaba a pasear a esa perrita, mi labradora.

Iba por el parque, cerca de la fuente cuando a Lulú le dio por hacer sus necesidades biológicas sobre mis zapatos. -Ahhh... ¡tonta perra, eso no se hace! - Le rete sacándola de mi lado.

Bajó tranquilamente sus anteojos de sol sobre su nariz. Era una tarde más bien oscura y nublada, en cualquier momento estallaría una tormenta propiamente dicha sobre la cabeza de los ocasionales transeúntes, entre los que Allison Breckenridge, directora de el colegio Carmel, se contaba con poco placer.

Al nunca haber aprendido a manejar, la mujer tenía tres opciones de traslado, a saber: a) el transporte público, llamado vulgarmente autobus, b) un auto de alquiler, o taxi, o c) caminar con sus propios pies sobre el asfalto, tan húmedo como el ambiente.

Sería un comentario útil afirmar que a la directora el transporte público la asqueaba, y que, por ser ese día tan oscuro, no había muchos taxis patrullando la zona. Esa es la razón por la cual Alison Breckenridge caminaba ese domingo hacia su casa.

Y fue toda una suerte, porque si no, nunca se hubiera encontrado con su más acérrimo enemigo, el director de la secundaria Mckinley, en una... lamentable situación. Se acercó con lentitud elegante y elaborada hacia él, mirando su zapato con ironía.

-Albert. -saludó. -¿Dejaste por fin la educación para dedicarte a algo... más cercano a tus habilidades?

Levante la vista y para mi mayor sorpresa apareció ella. La respetada Señorita Allison Breckenridge. Irónicamente, señorita, titulo que tenia por ser aun una mujer soltera. Suspire por la nariz, mientra mis ojos se entrecerraban.

Cada ves que la veía era una tragedia. Tambien reconoceré que me sorprendió verla en la calle. Ella no era nunca de salir de su cueva, como vampiresa que era. De cueva me refiero a su oficina o a su lujosa casa, ya que también, suertuda como siempre era, tenia mucho dinero.

Subí la mirada, estaba nublado. Eso explicaba todos, cada ves que All estaba afuera, se nublaba el día. Se notaba que el día lloraba por verle la cara arrugada a esa vieja astuta.

-¡Buenas Tardes Allison! -Le dije sonriente mientras por fin me atrevía a mirarle la cara. Luego baje la vista, me sacudí el pie y corra mas a Lulú de mi lado. - Para tu información Allison, aun sigo siendo Director del mejor Colegio de Lima -Dije regalandole una sonrisa sarcástica.